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Chica Huracán

  • Foto del escritor: losrinconesdesagaz
    losrinconesdesagaz
  • 9 jul 2019
  • 2 Min. de lectura

Llegaste, como tenue brisa de primavera, y me marcaste un huracán por cada esquina. Ahora soy esa que llaman: la chica de los huracanes, y no sólo en los sueños de verano. Me faltarán ganas para desear que vuelva la música arrancada de tus labios y yo seguiré apretando las clavijas de los deseos, porque siempre nos faltó esa estrella fugaz brillando del revés en la superficie de nuestras pupilas.


Y aunque a mí siempre me llamaran la chica de los huracanes, en el fondo no era yo, sino tú y yo, dualismos enterrados en la arena. Éramos la pieza equivocada del puzzle que otros montaron entre tu sonrisa y la mía.


Casualidad...


Chica huracán, demasiada pasión encadenada entre la densidad del miedo, malentendidos tomando forma al fondo de una copa, ojalá esta lluvia borrase las marcas de mi cuerpo, ojalá no ser el gris en un mundo blanco y negro.


Jugaba a atraparte entre los espejos hasta que me di cuenta que no perseguía sino a mi propio reflejo, reflejado en los cristales del vidrio roto. Chica huracán, me llamaban, y yo, agotada conmigo misma, pero aún esclava del mundo, acudía a la llamada de aquellos que me pedían ondear su bandera en una guerra que no era la mía.


Chica huracán,…


Y recordando siempre la presión de las palabras agrupándose en etiquetas, y esa gota de esperanza que cayó del vaso y mojó tu espalda. Y todo porque sin querer, fuimos puzzle y jaque mate en un tablero sin piezas ni reglas, y en vez de irte, te quedaste, susurrando grietas con flores, tatuando estrella fugaces que nunca concedían ningún deseo.


Chica huracán, me llamaban, pero desde que me olvidé de volar y empecé a escuchar los acordes imperfectos desde mi cuerpo, sólo me llamo yo, y he conseguido ser peón y reina, hacer jaque mate a un rey sin corona y crear para mi cuerpo un tablero con mis propias reglas.


Y aunque a mí siempre me llamaran la chica de los huracanes, en el fondo no era yo, sino tú y yo, dualismos enterrados en la arena. Éramos la pieza equivocada del puzzle que otros montaron entre tu sonrisa y la mía.


Casualidad...


Chica huracán, demasiada pasión encadenada entre la densidad del miedo, malentendidos tomando forma al fondo de una copa, ojalá esta lluvia borrase las marcas de mi cuerpo, ojalá no ser el gris en un mundo blanco y negro.


Y en el fondo me alegro de que me marcaras huracanes en cada esquina.

 
 
 

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